domingo, 13 de julio de 2014

Un nuevo anochecer.

-Cariño... ¿estás bien?
-¿Bien?
-¿Quieres ver la tele?
Su mirada estaba clavada en la mía y solo movía los labios. Su cara no mostraba ninguna expresión y parecía que la había poseído un fantasma. Tenía la cara blanca y los labios morados. Su mirada había perdido su brillo habitual.
Ahora estaba dudando de si había hecho bien en decirla la verdad.
-Era una broma.
Sonreí un poco y pensé en que se enfadaría conmigo y me dejaría. En cambio, hizo un amago de sonreír, pero fue en vano. Todos los sentimientos tristes que existían la habían corrompido y aquello la afectaba. ¿A quien no la afectaría aquello?
-¿Estás... enfadada?
Sonrió dejando ver un poco los dientes y me susurró que me fuera de la habitación.
No la discutí y me marché entrecerrando la puerta tras de mí.
Me dirigí a la puerta de la sala de espera en la que se encontraban su madre y amig@s.
Muchos de ellos lloraban y otros se movían por la habitación impacientes de verla.
Cuando entré por la puerta, todos me miraron y se acercaron a mí.
''¿Qué tal está?''  ''¿Podemos verla ya?''  ''¿A quién le toca ahora?''
Eran muchas de las preguntas que escuchaba a mi alrededor.
El médico nos había aconsejado que no fuéramos a verla todos juntos y fuéramos de uno en uno, pues podía entrarle estrés o agobiarse y volver a enfermar pues su corazón no estaba bien y era muy delicado.
-No creo que esté para visitas en este instante.
Su madre y sus amigas más íntimas se sentaron, respetando sus deseos pero los demás permanecieron de pie, haciendo un corrillo a mi alrededor.
-Lo digo en serio, debo irme.
Me dejaron pasar y me fui sin mirar atrás. Me metí las manos en los bolsillos de la sudadera y me puse la capucha. Fuera chispeaba y corrí hacia mi casa. Cuando llegué a la puerta, no pude aguantar y me senté en el felpudo.
Apoyé la cabeza sobre la puerta y me quité la capucha. Hacía mucho frío. Me daba igual.
Había pasado muchas horas en el hospital y ya era de noche. Se había puesto a llover. No tuve fuerzas para entrar y me quedé dormido en la puerta de casa.

WARNER

Hola a todos. Hace mucho que no escribo porque en verano me pongo a disfrutar y se me olvida escribir. He disfrutado mucho este verano. Sobretodo con mi prima Miriam (autora de Fruto de mi imaginación)
Fue mi cumple a finales de mayo y ella me regaló dos entradas a la Warner, es decir, para dos días.

El primer día fue viernes. Había muy poca gente. Fuimos en autobús y nos acompañaron unos amigos suyos. María Jesús (autora de Mi caja mágica), Erica, Álvaro, Dani y Carlos, muy majos todos. Volvimos en autobús y me atreví a montarme en el Superman. ¡Qué miedo!
Los graciosos de los amigos de mi prima me convencieron a subir. ¡Me pasé toda la atracción con los ojos cerrados! Dábamos vueltas, nos ponían del revés, nos giraban... Brrr... ¡¡Con lo cagueta que soy yo!!

El segundo día, naturalmente, fue sábado. ¡Dios mío, CUÁNTA GENTE! Nunca vayáis a la Warner un sábado si no queréis tragaros casi una hora de cola. Y no sé cómo pero me monté DE NUEVO en el Superman. Esta vez abrí durante medio segundo los ojos pero vi que nos caíamos y volví a cerrarlos.    ;)
Aquel día no nos pudo acompañar nadie más y no nos quedó más remedio que ir solas. En muchos sitios estaba el aforo completo.

PERO ESTÁN SIN NINGUNA DUDA EN MI LISTA DE DÍAS FAVORITOS. Otro día os digo la lista.
Mi consejo: no vayáis a la Warner un sábado.

Gracias por leer esto.